Una reflexión sobre el uso (y abuso) de medicamentos
En el marco de los talleres de compromiso consciente con la salud en el próximo Ateneo Félix Prieto, contaremos con un encuentro de reflexión bajo el título: “Intoxicación social y anestesia individual. Uso y abuso de medicamentos”.
Uno de los invitados será el Dr. Javier Ramírez, médico de familia con amplia experiencia en atención primaria, formación sanitaria y evaluación de medicamentos. Actualmente ejerce en un centro de salud de Alboraya y colabora como docente en el Máster de Uso Racional del Medicamento de la Universidad de Valencia. Ha trabajado en el ámbito de la gestión sanitaria en la Conselleria de Sanidad y cuenta con formación especializada en evaluación de tecnologías sanitarias.
También participa la Dra. Rosana Corral-Márquez, psiquiatra, quien abordará el uso de psicofármacos y su impacto en la salud mental. Además, compartirá algunas reflexiones inspiradas en la novela Un año de descanso y relajación, de Ottessa Moshfegh.
En esta entrevista previa, hablamos con el Dr. Ramírez sobre temas que atraviesan de lleno nuestra vida cotidiana: la medicalización de la sociedad, la polimedicación, el uso racional de medicamentos, el valor de las medidas no farmacológicas y el papel de la educación en salud. Con una mirada clara y comprometida, nos invita a repensar cómo estamos cuidando —o descuidando— nuestra salud como individuos y como sociedad.
- Hace un siglo acceder a un medicamento era un privilegio. Hoy en día, el acceso está mucho más extendido. ¿Qué ha cambiado y qué nuevos retos ha traído esta evolución?
En las primeras décadas del siglo XX, la primera causa de enfermedad eran las patologías infecciosas, y, a pesar de que empezaron a sintetizarse los primeros antibióticos, muchas personas fallecían sin la posibilidad de acceder a ellos. Hoy día, la esperanza de vida ha aumentado enormemente, y la carga de enfermedad se ha desplazado hacia enfermedades crónicas. Durante todo este tiempo, los avances científicos nos han proporcionado fármacos para entidades que antes no tenían tratamiento. Pero no podemos obviar que son los cambios sociales y políticos los que han hecho posible la existencia de un sistema sanitario público y de cobertura universal, el cual nos permite acceder a medicamentos en caso de necesitarlos.
Paralelamente a estas mejoras en el acceso a fármacos, han emergido fenómenos como la polimedicación excesiva, el uso inadecuado de antibióticos o la medicalización de la vida cotidiana. Además, el coste de las nuevas terapias cuando salen al mercado es muy elevado, lo que plantea un desafío constante a la sostenibilidad del sistema sanitario. Por tanto, los retos actuales pasan no solo por asegurar el acceso, sino por garantizar su uso racional, con una gestión sanitaria que proteja la salud de los pacientes, la salud pública y al sistema sanitario en su conjunto.
- Sobre la “medicalización de la sociedad”. ¿Qué significa exactamente este concepto y qué consecuencias conlleva?
Es el proceso por el cual situaciones de la vida cotidiana (reacciones normales como el estrés, la tristeza o el duelo) o procesos fisiológicos normales (como la menopausia o el envejecimiento), son redefinidas como trastornos que requieren tratamiento médico. Esto implica que situaciones que antes se resolvían en el ámbito personal, familiar o social, pasan a tener una etiqueta diagnóstica y a ser tratadas en el sistema sanitario, y generalmente con medicamentos.
La medicalización puede conllevar un uso excesivo e innecesario de fármacos, aumenta el riesgo de efectos secundarios, puede crear dependencia (como en el caso de hipnóticos y tranquilizantes) y sobrecarga del sistema. Además, desvía nuestra atención de las alternativas no farmacológicas y de los determinantes sociales de la salud, ya que en ocasiones se intenta dar respuesta desde la sanidad a malestares cuyo origen y solución no está en la medicina. La soledad no deseada en personas mayores o la precariedad laboral, son ejemplos de problemas que frecuentemente son redefinidos como problemas de salud mental, y tratados a nivel individual con psicofármacos. La medicalización refuerza una visión reduccionista de la salud, centrada solo en los aspectos biológicos, dejando de lado las esferas psicológica y social.
- En los últimos años se ha disparado la polimedicación, especialmente entre personas mayores. ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Hasta qué punto es inevitable y cuándo empieza a ser un problema?
Según datos publicados por la Conselleria de Sanitat, en la Comunidad Valenciana se estima que el 49,4% de la población a partir de los 65 años de edad se encuentra en tratamiento crónico con 5 o más medicamentos de forma crónica. Esto se debe, en gran parte, al envejecimiento poblacional y al consiguiente aumento de problemas de salud crónicos (hipertensión, diabetes, dolor crónico, etcétera), que requieren tratamientos prolongados y a menudo combinados.
Los medicamentos siempre se utilizan o prescriben pensando en el beneficio del paciente. De hecho, en muchos casos la polimedicación es inevitable para mantener la calidad de vida, por ejemplo tras sufrir un infarto de miocardio o un ictus. Sin embargo, a medida que aumenta el número de medicamentos, lo hace la probabilidad de que las pautas sean más complejas. Esto dificulta no solo el seguimiento y adherencia al tratamiento, sino que aumenta las probabilidades de duplicidades e interacciones, efectos adversos, etcétera. Si bien algunos medicamentos son muy necesarios, en algunos casos se podría requerir menos dosis de ellos (o incluso llegar a evitarse), si se implementaran junto a otros tipos de terapias como dieta, ejercicio, psicoterapia, fisioterapia, etcétera.
- Hemos oído muchas veces que automedicarse es malo. ¿Es siempre así? ¿Hay formas de automedicación que podrían considerarse responsables?
Hay que distinguir entre la automedicación responsable y la automedicación no responsable. Tomar un fármaco si un profesional sanitario ha informado al paciente sobre cómo y cuándo utilizarlo, para el tratamiento de síntomas o enfermedades conocidas y diagnosticadas, es automedicación responsable.
En cambio, tomar un medicamento por iniciativa propia o por recomendación de otra persona, sin información suficiente, o sin haber consultado con un sanitario si es adecuado para nuestra situación particular, se considera automedicación no responsable. No se deben aceptar medicamentos aconsejados por familiares o amigos, ya que pese a las buenas intenciones, lo que pudo ir bien a una persona en un momento determinado, no tiene por ser efectivo, seguro, ni conveniente en otro caso.

- En el encuentro se comentará el libro Crónica de una sociedad intoxicada. ¿Qué ideas o reflexiones se lleva de este texto?
Me llevo muchas cosas, pero sobre todo una sensación de haber leído un libro valiente y necesario. Es un texto lleno de verdades incómodas, argumentadas con datos, experiencia y rigor. Laporte critica el uso excesivo de medicamentos y hace retrato de cómo hemos llegado hasta aquí: las presiones comerciales, la falta de transparencia, la formación sesgada y la medicalización han ido configurando una cultura donde el consumo de medicamentos se ha normalizado y banalizado hasta el punto de volverse casi irreflexivo.
Como médico de familia, este libro me interpela directamente. Me llevo el reto de seguir defendiendo desde la consulta y la gestión sanitaria un uso sensato, respetuoso y consciente de los medicamentos. Todos los sanitarios debemos adquirir el compromiso de realizar prescripciones de la forma más prudente y crítica posible. No obstante, el contenido del libro nos implica a todos: los pacientes también tienen el reto de empoderarse, hacer preguntas y tomar decisiones informadas.
- ¿Qué consejos prácticos daría a los pacientes para evitar caer en la medicalización excesiva?
Al comenzar un nuevo tratamiento, es importante clarificar con el médico: cuál es el objetivo terapéutico (sintomático, curativo, preventivo, paliativo), qué dosis tomar, con qué frecuencia y durante cuánto tiempo. También es fundamental conocer los posibles efectos adversos y posibles interacciones con otros medicamentos o productos que ya se estén utilizando.
Los problemas de salud cambian con el tiempo. A veces desaparece la causa que motivó la prescripción de un fármaco, o el medicamento deja de ser eficaz en el paciente. Por eso, salvo contadas excepciones, pocos tratamientos son “para toda la vida”. En ocasiones, es necesario retirar fármacos progresivamente (lo que se conoce como “deprescripción”). Ahora bien, nunca debe interrumpirse un tratamiento por iniciativa propia: si el paciente cree que un medicamento ya no le está ayudando, ha dejado de tener efecto, o le está generando problemas, es fundamental que lo consulte.
La mejor manera de evitar una medicalización excesiva es mantener una actitud proactiva. En personas polimedicadas, es muy importante revisar de forma periódica los tratamientos crónicos, para asegurar que los beneficios superan a los riesgos en todo momento, detectar posibles errores en la toma y simplificar pautas aplicando el principio de «menos es más», siempre que resulte posible.
- ¿Cómo cree que la educación en salud puede ayudar a cambiar la forma en que usamos los medicamentos?
La educación en salud es fundamental para cambiar el uso que hacemos de los fármacos, tanto desde el lado del paciente como del profesional.
Muchas veces los pacientes acuden a la consulta esperando una solución en forma de pastilla, porque han aprendido (o se les ha enseñado) que el tratamiento farmacológico es el centro de la medicina. Desde pequeños deberíamos enseñar que la salud no se basa solo en medicarse, sino que radica en cuidarse mediante la alimentación, la actividad física, entender y escuchar el cuerpo… Esto cambiaría mucho la forma en que usamos los medicamentos.
También necesitamos una educación más crítica entre los propios sanitarios. No basta con saber cuándo y qué recetar, también hay que saber cuándo no hacerlo. Falta formación sobre cómo desprescribir, o cómo valorar si un beneficio marginal o teórico de un fármaco justifica un riesgo real. Necesitamos transmitir que los medicamentos no son “balas mágicas” y no son inocuos por definición, sino que siempre pueden presentar efectos adversos, por lo que el balance beneficio/riesgo es lo que debe guiar su uso.
- ¿Qué le motivó a dedicarse a la medicina familiar y qué sigue siendo para usted lo más gratificante de esta profesión?
Lo que más me gusta de la medicina de familia, y una de las cosas que me llevó a ella, es su papel integrador: ve al paciente como un todo. Es la especialidad médica más cercana a la vida real, donde se vemos a las personas en su contexto, con su historia, circunstancias y contradicciones.
Una de las cosas que más me motiva en consulta son las actividades preventivas, ya que tan importante es atender a los enfermos, como evitar que nuestros pacientes enfermen. En este sentido, en un contexto como el que denuncia Laporte, en el que a veces se “sobreactúa” con fármacos, me reconforta saber que ayudar a un paciente no siempre significa añadir un medicamento: a veces la seguridad y el bienestar del paciente consiste precisamente en darle información científica, independiente y contrastada, y protegerle de intervenciones innecesarias que, lejos de aportar, pueden llegar a perjudicarle.
- ¿Qué podemos esperar del próximo Ateneo Félix Prieto, titulado “Intoxicación social y anestesia individual. Uso y abuso de medicamentos”?
Creo que podemos esperar una reflexión necesaria sobre un fenómeno muy presente y, sin embargo, poco visible: la epidemia silenciosa de efectos adversos provocados por los medicamentos. Aunque el libro de Joan-Ramon Laporte aporta datos contundentes (sobre patologías concretas, riesgo de ingresos hospitalarios y mortalidad), muchos de estos efectos secundarios pasan desapercibidos ante nuestros ojos porque son sutiles, se manifiestan a largo plazo o no se atribuyen directamente a los fármacos, por lo que permanecen invisibles incluso para los pacientes que los sufren.
El título elegido para el seminario es muy sugerente: “Intoxicación social y anestesia individual”. Pero también podría ser válido a la inversa: vivimos “anestesiados” como sociedad ante este problema, mientras muchas personas están literalmente “intoxicadas” por el uso excesivo o innecesario de medicamentos. Este Ateneo es una oportunidad para abrir los ojos, cuestionar inercias y pensar colectivamente en alternativas más humanas, prudentes y sostenibles para cuidar la salud.
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