Excursión a Brahojos para comer con la familia de tío Ciriaco

19 octubre, 2020

Félix Prieto

Es la festividad de los Reyes Magos y estamos celebrando la Navidad. El día de Año Nuevo ya vinieron ellos a Bobadilla a casa de tío Valeriano. Salimos en tartana al mediodía. Sólo hay que recorrer 3 kilómetros. ¡Qué maravilla! El caballito enganchado por los arreos de la tartana trota alegremente, la tartana se mueve rítmicamente al compás del trote; el campo está tranquilo, el cielo despejado; se observan algunas alondras, que saltan y picotean el suelo de la carretera. Un poco más adelante, levanta el vuelo un bando de perdices. El camino es recto, después de unos minutos percibimos en el horizonte el perfil de la torre de la iglesia de Brahojos. Visto el paisaje a través del arco de la tartana, todo es bello; es posible como dice Josep Pla, que el hecho de viajar en tartana es una incitación constante para captar la belleza de las cosas. ¿Es, quizá, la limitación que el arco implica el origen de este fenómeno?

Para captar la belleza de las cosas -pienso yo-, no son buenas las prisas, y en este sentido es mejor la tartana que los medios de comunicación modernos que nos hacen vivir acelerados, sin enterarnos de cómo es el mundo que nos rodea. Prisas que, por otra parte, no facilitan la comunicación necesaria dentro de la familia, en el trabajo y en la sociedad. Este diálogo es imprescindible para nuestro equilibrio emocional y para conseguir una sociedad bien organizada y que permita igualdad de oportunidades para todos. La sociedad de consumo incrementa estas prisas, lleva a la competencia desleal y margina al más débil, y de ello resulta una sociedad dividida con ricos, pobres, triunfadores, fracasados. Esta situación, a la larga rompe la cohesión social, crea odios y resentimientos. La sociedad de consumo, además, rompe el equilibrio universal y conduce al cambio climático. El egoísmo es otro aliado de las prisas: «todo nos parece poco», o «cuanto más tengamos, mejor». No queremos privarnos de nada: puentes festivos, fines de semana, viajes imprevistos; pero sobre todo si vivimos por encima de nuestras posibilidades, esto llevará al desequilibrio del presupuesto familiar y puede ser la justificación para incrementar de la forma que sea nuestros ingresos (origen de la corrupción, presupuestos inflados, etc.). Además, el egoísmo es el responsable del mundo insolidario en que vivimos, ahora más que nunca: nacionalismos, los problemas de los emigrantes, etc. Mientras tanto, el tiempo pasa, los hijos se han hecho mayores y si no se ha hecho una vida acorde con la familia, hay riesgo de ruptura de la pareja e incluso de violencia de género. Y es posible también que hayamos perdido la infancia de los niños, la cual deja recuerdos imborrables y es fuente de felicidad para el futuro, recordando entonces el tiempo pasado, sobre todo cuando se llega a la tercera edad. Los padres pueden haber fallecido, y ahora nos damos cuenta del tiempo que no les dedicamos en vida. Nos damos cuenta de que ya no podemos hablar de aquello que, por las prisas, dejamos para después, como si la vida no tuviera fin; pero estamos aquí de paso. Sólo se vive una vez.

Esta excursión la realicé hace muchos años, ahora disfruto recordando el tiempo pasado, como un homenaje a mis mayores, que me enseñaron con su ejemplo lo importante que es la familia.

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Adenda 4.5.2020
Félix Prieto

Brahojos es un pueblecito de Castilla, para localizarlo mejor, está cerca de Medina del Campo. Su iglesia se percibe desde lejos, porque está ubicada en un montículo. En torno a ella se han acoplado las casas del pueblo. El color moreno oscuro por el sol de la piel de sus habitantes y la construcción de adobe de la mayoría de sus viviendas, conforman un todo que parece que haya surgido por levantamientos espontáneos del terruño, según expresión de Unamuno. Estos pueblos terrosos de Castilla, que parecen excrecencias del terreno o esculpidos en él, cuando Unamuno los compara con los del norte de España, le son más expresivos que aquellas casitas blancas con sus tejados rojos, que se ve que han sido puestas por el hombre en aquellos vallecitos verdes.

Poco tiempo después de mi llegada a Valencia, tuve la oportunidad de asistir a la exposición de un pintor profesor de la escuela de Bellas Artes de Valladolid (A. Hermoso). Alli compré este paisaje, que no he podido saber dónde fue pintado, pero muy bien puede ser el perfil de la iglesia de Brahojos. Al menos esa es la imagen que percibo cuando veo la iglesia en la distancia.

Excursión a Brahojos para comer con la familia de tío Ciriaco - Fundación Quaes

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