Implicaciones de la COVID-19 en la Seguridad Alimentaria

6 julio, 2020

Dra. Montaña Cámara Hurtado
Catedrática de Universidad
Dpto. Nutrición y Ciencia de los Alimentos.
Facultad de Farmacia. Universidad Complutense de Madrid.
Presidenta del Comité Científico de la AESAN.

Considerando que la aparición de los primeros casos del virus SARS-CoV-2 como agente zoonótico se dio en un mercado de venta de animales destinados a la alimentación (el denominado “Mercado húmedo” de Wuhan en China), y que en las últimas semanas un gran número de trabajadores en empresas de producción de alimentos han dado positivo por el virus en varios países, podríamos plantearnos si el virus SARS-Cov2 es, o no, un riesgo emergente en materia de seguridad alimentaria.

“No hay pruebas de que los alimentos sean una fuente o una vía de transmisión del virus”, esta fue la rotunda afirmación que la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) publicó el pasado 9 de marzo 2020. Con anterioridad, y hasta la fecha, los científicos y las autoridades de todo el mundo están realizando un seguimiento de la propagación del virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, y no se ha informado de ningún caso de transmisión a través de alimentos. Ha quedado claro que estamos ante una zoonosis cuya principal vía de transmisión es de persona a persona, principalmente a través de las secreciones respiratorias, aerosoles-gotículas (nubes), de las personas infectadas al estornudar, toser o exhalar.

Estamos ante una crisis sanitaria y no una alerta alimentaria. Pero es indudable que esta pandemia ha tenido, y aún tendrá, una gran repercusión en la cadena alimentaria a distintos niveles. En primer lugar, hay que evitar la posible contaminación y posterior transmisión del virus a través del contacto provocado por personas infectadas. Pero también se ha detectado la presencia en heces y consecuentemente en aguas residuales, cuestión novedosa sobre la que aún queda por conocer sus implicaciones.

También falta mucho por saber en relación a la supervivencia del virus en alimentos lo cual condiciona el riesgo de exposición. Es por ello de vital importancia extremar las medidas de higiene desde la producción, transporte, almacenamiento, distribución y venta de los alimentos. Además, esta pandemia nos ha traído una situación inédita para muchos, el confinamiento. La obligatoriedad de estar en nuestros domicilios, lo que ha supuesto muchos cambios en nuestra vida diaria con una clara incidencia en nuestro modo de alimentarnos.

En un mundo confinado pero interconectado, los consumidores reciben una gran información acerca de los riesgos y los beneficios de los alimentos, pero normalmente se deja en sus manos la tarea de interpretar toda esa información y crearse un mensaje coherente, partiendo, a menudo, de mensajes contradictorios, inciertos o complejos. Este conflicto se hace más visible en situaciones de crisis y puede tener importantes repercusiones en la salud pública. En este sentido diversas organizaciones internacionales como la OMS (Organización Mundial para la Salud) y nacionales como la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria) han publicado recomendaciones para el mantenimiento de buenas prácticas higiénicas durante la preparación y la manipulación de los alimentos, como lavarse las manos, cocinar bien la carne y evitar la posible contaminación cruzada entre alimentos cocinados y no cocinados, a nivel doméstico. 

Otro asunto de gran relevancia que se ha puesto claramente de manifiesto es la relación entre la malnutrición y las enfermedades infecciosas. Las implicaciones de esta pandemia en la disponibilidad y accesibilidad a los alimentos pueden tener una repercusión directa en el estatus nutricional de los afectados, tanto en condiciones de   hiponutrición e hipernutrición (Briguglio et al., 2019).

En España esta pandemia, hasta la fecha, ha afectado a casi 250.000 personas. La enfermedad COVID-19 está caracterizada por provocar un síndrome respiratorio agudo grave, que, si bien cursa con sintomatología algo diferente en función del grupo de población afectada, se observa que aquellos con su sistema inmunitario comprometido, pueden correr un riesgo más elevado de sufrir complicaciones graves, de forma similar a lo que se ve con otras enfermedades respiratorias. En los casos más graves, la infección puede causar neumonía, dificultad importante para respirar, fallo renal e incluso la muerte siendo la tasa de mortalidad en España de un 11% aproximadamente. Los casos más graves generalmente ocurren en personas de edad avanzada o que padecen alguna enfermedad crónica, como enfermedades del corazón, del pulmón o inmunodeficiencias. 

Es por ello, que hasta que se disponga de un tratamiento y de una vacuna suficientemente eficaces, nuestro sistema inmune vuelve a ser nuestra arma más preciada frente a la infección por el virus SARS-CoV-2, y la enfermedad COVID-19.

En este sentido, hay que hacer una referencia especial a las vitaminas (A, B6, B12, C, D, E y ácido fólico); oligoelementos (zinc, hierro, selenio, magnesio y cobre) y a los ácidos grasos omega-3, el ácido eicosapentaenoico y el ácido docosahexaenoico, entre otros. Todos ellos juegan un papel importante y complementario en el apoyo al sistema inmune, de manera que su deficiencia conlleva una disminución de la resistencia a las infecciones y, en consecuencia, un aumento de la carga de la enfermedad Calder et al. (2020).  

Esta contribución de algunos nutrientes al funcionamiento normal del sistema inmunitario ha quedado demostrada y se han aprobado las correspondientes declaraciones de propiedades saludables que pueden figurar en el etiquetado, presentación o publicidad de los alimentos en el marco del Reglamento (UE) n° 1924/2006. Sin embargo, hay que incidir en que su papel beneficioso es una contribución a dichas funciones, no una garantía de inmunidad. Además, no hay un único grupo de alimentos que contenga todos los compuestos beneficiosos e involucrados en la mejora de la función inmune, sino que es una dieta variada y equilibrada lo que hace que todos los compuestos involucrados en dichas funciones puedan actuar de forma sumativa o sinérgica. Por el contrario, los malos hábitos nutricionales u otras circunstancias, pueden provocar carencias en la ingesta de determinados nutrientes con graves consecuencias para el desarrollo de la enfermedad COVID-19 (McAuliffe et al. 2020).

En la situación actual de pandemia, como expertos en Ciencias de la Salud, además de recomendar el seguimiento de las correctas medidas higiénicas y de prevención del contagio, debemos incidir en la importancia de mantener un estatus nutricional adecuado que permita a nuestro organismo hacer frente al agente infeccioso que nos ocupa, entre otros, en caso de cursar la enfermedad, facilitar la recuperación de los afectados.

 

Referencias:

ANSES. Supplemented1 OPINION of 9 March 2020 of the French Agency for Food, Environmental and Occupational Health & Safety on an urgent request related to certain risks associated with Covid-19. Maisons-Alfort, 14 April 2020. https://www.anses.fr/en/system/files/SABA2020SA0037EN-1.pdf

Briguglio M et al. The malnutritional status of the host as a Virulence factor for new Coronavirus SARS CoV-2. Front Medicine 2019.

Calder, P. C., Carr, A. C., Gombart, A. F., & Eggersdorfer, M. (2020). Optimal nutritional status for a well-functioning immune system is an important factor to protect against viral infections. Nutrients, 12(4), 1181. doi: 10.3390/nu12041181.

EU Register on nutrition and health claims. De acuerdo al Reglamento 1925/2006. Disponible en:

https://ec.europa.eu/food/safety/labelling_nutrition/claims/register/public/?event=searc.

EFSA. Coronavirus: no evidence that food is a source or transmission route. https://www.efsa.europa.eu/en/news/coronavirus-no-evidence-food-source-or-transmission-route

FAO. http://www.fao.org/3/w0073s/w0073s07.htm

McAuliffe S, Ray S, Fallon E, et al. Dietary micronutrients in the wake of COVID-19: an appraisal of evidence with a focus on high-risk groups and preventative healthcare. BMJ Nutrition, Prevention & Health 2020.

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