América Latina, en el ojo del huracán COVID-19

15 junio, 2020

Mayte Gil Borja. Doctora en Ciencias Biológicas.

En los últimos meses hemos experimentado que el mundo que nos rodea ha dejado de ser ese lugar seguro donde las catástrofes, las enfermedades infecciosas y los desastres naturales se ven a través de una pantalla de plasma y ocurren a miles de kilómetros, lejos de nuestros seres queridos y de nuestro entorno. Hemos aprendido que el mundo globalizado en el que vivimos, con urbes densamente pobladas, corredores comerciales conectados por miles de rutas aéreas, refugiados buscando nuevas oportunidades vitales, está hecho a la medida de un patógeno que se caracteriza por una rápida propagación con manifestaciones variadas desde asintomáticas a graves, poniendo en jaque a nuestros sistemas de salud.

Descubrimos que la única forma de defendernos ante esta realidad es el confinamiento para evitar más contagios y el colapso de los hospitales , mientras ganamos  tiempo en dos áreas: la sanitaria donde los clínicos dan día a día pequeños pasos para el mejor manejo del paciente, aprendiendo de los nuevos síntomas y signos de la enfermedad, y la científica, donde los investigadores estudian la particularidades genómicas de este nuevo desconocido, su bio-patología y la respuesta de nuestras defensas inmunológicas ante la exposición del virus, buscando encontrar tratamientos eficaces y vacunas protectoras.

Este “tratamiento preventivo, eficaz y único por el momento” de distanciamiento social, ha asestado un duro golpe a la economía mundial paralizando el tejido productivo, industrial y el sector servicios a nivel mundial, sin excluir a las tierras que los humanistas llamaron el Nuevo Mundo.

La realidad de la COVID-19 en el Nuevo Mundo tras cuatro meses de pandemia

El primer caso de COVID-19 llegó a Brasil el 26 de febrero, y la primera víctima fue el 7 de marzo en Argentina. Abril se vivió con un avance lento debido a que muchos gobiernos aplicaron medidas restrictivas de confinamiento y cerraron las conexiones de vuelos internacionales con las regiones europeas y asiáticas más afectadas. Sin embargo, en mayo-junio estamos asistiendo a la realidad de que el espejismo de la esperanza de un continente joven por el que la COVID-19 podría pasar de puntillas (por la mayor afectación a ancianos), no es real y las Américas son en estos momentos el epicentro de la pandemia.

A fecha 11 de junio se han registrado un total de 1.355.981 casos de COVID-19 en América Latina y el Caribe. Brasil es el país más afectado en la región, con más de 772 mil casos confirmados. Le sigue Perú con más de 208 mil infectados. Chile presenta ya 208 mil casos y México reporta en torno a 129 mil infectados, muy a pesar de las diferencias demográficas de ambos países, lo cual hace suponer que, si los números bailan en el contaje de casos en Europa, América Latina no es una excepción. Le siguen por debajo de los 50 mil infectados países como Ecuador, Panamá, República Dominicana y Colombia.

¿Qué capacidad tiene realmente América Latina para hacer frente al COVID-19?

El acceso real a la salud y la respuesta de los sistemas sanitarios Latinoamericanos es insuficiente pese a que la mayoría de los territorios tienen la salud como un derecho social universal garantizado por su constitución. Analizando las políticas de gasto en salud vemos que dicho gasto es 3 veces inferior, según los datos de la OMS, de lo que suelen gastar los países europeos. Sin embargo, un gasto elevado no significa mayor eficiencia ni distribución equitativa, como es el ejemplo de EE.UU. Por tanto, no solo un incremento del % del PIB en gasto sanitario es la solución para mejorar en eficiencia y reducir la cifra del 30% de latinoamericanos que no tienen acceso real por razones económicas según los datos de la OPS. Las causas de esta desigualdad se ven ligadas a provisión de servicios no adaptados a la demanda, o a servicios no incluidos en la cobertura de los seguros, o bien al copago para compensar la calidad, o el tiempo de respuesta e integralidad de la sanidad pública. Es muy probable que en este contexto de cifras que crecen, con la economía golpeada y los bolsillos de los ciudadanos más vacíos de lo habitual, nos encontremos con una mayor cantidad de gente enferma y con un menor acceso a la atención de salud cuando se alcance el máximo pico de pandemia.

Por otro lado, Andrew Clark presentó en el Global Burden of Disease Study, un programa de investigación mundial, de la London School of Hygiene and Tropical Medicine, donde apuntaba que 137 millones de personas en América Latina y el Caribe, tienen al menos un factor de riesgo que los expone a padecer la COVID-19 con el cuadro más grave. La prevalencia de una o más afecciones era de aproximadamente el 48% para las personas de 50 años o más y del 74% para las de 70 años. Este estudio deja de manifiesto que Latinoamérica, pese a su juventud, tiene una carga de enfermedades no transmisibles propias de los países desarrollados, que complicará enormemente el problema de salud pública con COVID-19. Según datos recientes de Argentina, Brasil, Ecuador, Guyana, México, Perú y Uruguay, la prevalencia de la obesidad, la hipertensión y el colesterol alto en personas mayores de 20 años es extraordinaria, superior al 30% en la mayoría de los países, y más del 40% en otros. Es decir, aunque el continente está acostumbrado a convivir con epidemias infecciosas propias de países en vías de desarrollo como el dengue, zika o chikunguña, estas no les han entrenado para el manejo de la COVID 19 donde los factores de riesgo tienen tanto peso en la gravedad de una enfermedad con procesos de respuesta inflamatoria sistémica.

Y si hablamos de capacidades sanitarias a la hora de tratar enfermos graves en una pandemia de las características de la COVID-19, la medida se traduce en el número de camas disponibles. Es desalentador el panorama en este sentido ya que solo tres países (Cuba, Argentina y Uruguay) superan el promedio global de camas hospitalarias de 27 por cada 10.000 habitantes.

Pero no debemos dejar de recordar que la primera línea de defensa contra este virus es un sencillo gesto de lavarse las manos, y este protocolo de primera barrera no está al alcance de todos los latinoamericanos, ya que en pleno siglo XXI, no toda la población tiene acceso al agua potable.

A perro flaco…la vulnerabilidad del granero del mundo.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el informe titulado “Dimensionar los efectos de la COVID-19 para pensar en la reactivación” indica que Latinoamérica será la región más vulnerable económicamente, ya que su principal fuente de ingreso es la exportación de materias primas y petróleo por lo que el confinamiento de sus aliados comerciales conlleva una bajada de la demanda. Por otro lado, las regiones Caribe y Centroamérica se enfrentan a una realidad de colapso turístico. Todo ello prevé una caída del PIB regional del 5,3% en 2020. Se calcula que la tasa de pobreza regional podría crecer hasta alcanzar a 210 millones de personas frente a los 185 millones actuales. Es decir, la COVID y sus consecuencias económicas convertirá en pobres a 25 millones de personas más en Latinoamérica, y la pobreza extrema (millones de personas con inseguridad alimentaria severa) llegarán a 13,7 millones, incrementando la desigualdad que ya es un problema estructural sin resolver según datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para América Latina y el Caribe.

Con esta realidad, no se puede más que usar la palabra “desafío” para unos gobiernos debilitados previamente por conflictos político-sociales, recordemos lo intenso que fue el segundo semestre de 2019 con las protestas en Chile, Ecuador, Bolivia, Argentina y Colombia. El virus les ha venido a examinan en gestión sanitaria, y de la nota que saquen dependerá su permanencia. Pero hay algo que está claro, y es que Latinoamérica no podrá salir sola de esta situación, por ello entidades como el FMI y el Banco Mundial han anunciado ayudas financieras a esta región. El FMI a través de sus servicios financieros de emergencia a países de bajos ingresos y mercados emergentes podría desembolsar rápidamente 50 mil millones de dólares. Por su parte el Banco Mundial ha anunciado una ayuda para los próximos 15 meses de 160 mil millones con el fin de responder a las consecuencias sanitarias de la pandemia e impulsar la recuperación económica. Estas ayudas son vitales para amortiguar parte de la angustia de los países.

Elegir entre Salud o Economía, es susto o muerte

Pese a las cifras alarmantes de 1000 decesos diarios reportadas en Brasil y México de la última semana, algunos de sus estados han comenzado esta semana a disminuir las restricciones permitiendo que más empresas reanuden sus operaciones y los ciudadanos llenen las calles.

A las dudas de los gobiernos Europeos y Norteamericano de cuánto tiempo se debe extender el confinamiento y por ende paralizar la economía, en Latinoamérica se añaden otras dudas: cómo conseguir que los más desfavorecidos de la sociedad, los que viven en poblaciones marginales, los que son catalogados como pobres extremos, acaten las normas de distanciamiento. Si diariamente se enfrentan a una cuestión de supervivencia, ¿qué tiene de diferente una Pandemia?…

Pero si la experiencia sirve de algo debemos de atender a las cifras de la pandemia de la gripe de 1918 (Influenza A del subtipo H1N1), donde en las zonas en las que las medidas de precaución fueron mayores, la recuperación económica posterior fue también más sólida.

El único ejercicio válido para jugar con los equilibrios de la contención y la economía es la inversión como siempre en prevención, haciendo un esfuerzo de identificación de los portadores del virus y los que presentan anticuerpos estableciendo programas de trazabilidad de contactos de los nuevos infectados para evitar una segunda ola de contagios tras la reapertura.

Hasta este momento en muchos países Latinoamericanos lo urgente ha frenado a lo importante en otras patologías. Es difícil dedicar esfuerzos en medidas de prevención con problemas crónicos de enfermedades infecciosas. Quizá sea este un buen momento para empezar, o quizá ya no hay más remedio.

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